28/5/13

Pedir, exigir, esperar.

Es mucho pedir ser oído, cuando las palabras revotan contra el espacio vació.
Es demasiado pedir ser obedecido, aún cuando uno tiene el poder.
Es un exceso querer sentir compañía, cuando están ocupadas luchan batallas inexistentes.


Al final del día, no importa cuanto uno quiera ser oído, o que tanto uno se esfuerce para ayudar, siempre serás el malo y el que no comprende.

Sólo quiero lograr lo mejor, sólo quiero la tranquilidad, sólo quiero que abandones las actitudes estúpidas y comiences a sonreír. Pero querer eso, pretender que las palabras sean escuchadas, parece ser demasiado.

El malestar estomacal, el rechinar de dientes, y la mala comprensión de cada letra, es el único consuelo que te dejan. Ni un beso, ni una caricia, quizás una sonrisa forzada; esperar un "tienes razón" no es razonable, sobre todo cuando uno es el loco sin rumbo.



La tontera me cansa, las contradicciones me saturan, las inconsistencias me aburren; pero más aún el no aceptar la mano tendida, por miedo o ceguera.

Solo (en la ambigüedad de la palabra) espero, aunque sea un gesto de paz de su parte; me gustaría uno de aceptación, aún más uno de verdadera sumisión y obediencia, pero aquí esto vale poco y nada - o sea, tanto más que las palabras pronunciadas.